Carmen, la feroz y rebelde heroína de Mérimée y Bizet ha recorrido la obra de muchos artistas que quisieron representar lo que este mito significa: libertad, amor, instinto y muerte
Carmen es uno de los mejores libretos de ópera de la historia tanto por la belleza de sus melodías como por la palabra cantada o recitada. Todo comienza cuando el escritor francés Prosper Mérimée viaja a España en 1830, a esa España no desarrollada, con la huella musulmana, exótica, anarquista e individualista, no civilizada caliente y llena de pasión donde los viajeros buscaban la tradición que ofrecía el país frente la Ilustración que acogía Francia o Inglaterra. Mérimée conoció durante su viaje a la Condesa María Manuela de Montijo quien le contó la trágica historia de amor y sangre de un bandido perdidamente enamorado de una mujer, basándose en esta historia Mérimée escribe Carmen en 1845.
La ópera en sí fue concebida como un encargo para Bizet por la Ópera-Comique de París, la cual se caracterizaba por sus representaciones de melodramas o obras más bien familiares y aburguesadas. Carmen rompe con las buenas costumbres de la opéra-comique, hasta el punto de que su codirector renuncia a su puesto. Inicialmente fue un fracaso meses después Carmen conquistaba Viena. Había nacido el mito.
¿Dónde reside la grandeza de Carmen?
El creador del personaje dijo de ella que “era una belleza extraña y salvaje, una cara que sorprendía al principio, pero que no se podía olvidar”. El mito de Carmen nace en Sevilla hacia el 1820, para unos es el paradigma de la femme fatale para otros, símbolo de liberación de la mujer e ideal romántico del siglo XIX. Carmen significa libertad, pasión e instinto y de ahí que haya sido el objeto predilecto de pintores, directores de cine ,escultores y diseñadores de moda.
La huella de este personaje universal puede rastrearse en las obras de artistas como Ramón Casas, Picasso, Sorolla, Picabia, Juan Gris, Zuloaga o Goya, así como en la obra de artistas contemporáneos como Luis Gordillo o Antonio Saura.
Ramón Casas (1866-1932) pintor catalán destacó como dibujante, y también lo hizo como cartelista. El artista catalán refleja en sus obras la sociedad tradicional del momento y su evolución. En el reflejo del ansia de modernidad tiene un papel fundamental Julia Peraire, la que fuera musa y esposa de Casas. “Casas ansiaba ver en Barcelona los aires de modernidad, cambio e innovación y halló en aquella joven llamada Julia una actitud moderna y rompedora con los tradicionalismos: Julia fue su femme fatale”. La retrató una y otra vez.
En este retrato Julia está sentada, con las manos en la cadera, con una pose popular y provocadora vestida con uno de los trajes más típicos de España: la chaquetilla de torero. Julia representa el estereotipo de española creado por los artistas franceses y españoles que vivían en el París de la segunda mitad del siglo XIX con el fin de complacer a clientes extranjeros. Escenifica un mito de España cuya base es aquella representación fantástica creada por los viajeros franceses del siglo XIX.
En el caso de Picasso, la heroína de Bizet encarnaba a la perfección la obsesión con la rebeldía y la libertad del pintor malagueño. Carmen encarna tanto a la mujer como al propio pintor. Amantes y esposas sirvieron sucesivamente como musas de Pablo Picasso, pero no fueron suficientes. También buscó inspiración en mujeres ficticias. ¿Y quién mejor que Carmen para personificar los temas de sexo, amor, violencia, tragedia y muerte que recorren gran parte de su obra?
En La Sra. Canals Picasso se sirve de elementos propios del tipismo español, recurrentes en la obra de su amigo Canals, y que generaban un gran interés en el mercado francés de la época, cautivado por el exotismo de lo español. La armoniosa espiritualidad que desprende el retrato de Benedetta constituye para Picasso la exploración de un nuevo límite; el del retrato psicológico.
La huella de la Carmen se refleja especialmente en las tauromaquias de los años treinta del artista malagueño. Tal es el caso, por ejemplo en Corrida de toros (1934) en la que un toro antropomórfico lucha contra un caballo montado por un picador con cabeza en forma de reloj, símbolo de la muerte. "Si los vínculos de la historia de Carmen con la fiesta nacional ya habían sido sugeridos por Mérimée y Bizet, en Picasso alcanzan su máxima expresión, subrayando así el fatalismo de las relaciones amorosas entre hombre y mujer".
Otro ejemplo de la influencia de Carmen en la pintura lo encontramos en la obra de Ignacio Zuloaga y Zabaleta (1870-1945) titulada Lucienne Bréval como Carmen realizada en 1909 la cual representa una escena del segundo acto de la ópera de Bizet. Mirando al público, la soprano francesa baila al son de un canto flamenco en la taberna de Lillas Pastia. Zuloaga garantiza el protagonismo de la Bréval en su pintura gracias a la iluminación del escenario, al inteso colorido de su traje y a su posición en primer plano.
Hoy en día casi doscientos años después de su creación,la insolencia de Carmen, el orgullo inmortal de los toreros y la pasión oscura de lo español continúa siendo un volcán de creatividad. Benjamin Lacombe considerado el mago francés del cómic , dibuja a una Carmen " libre y feminista que representa la emancipación verdadera”. En su libro, publicado en 2017, ilustra a la mujer araña -feminista que te atrapa en sus redes.